John Carpenter 2.6
Entrañable cine de serie B (El pueblo de los malditos)
La Guerra Fría, fuente de paranoias y temores por doquier, originaría una fuente inagotable de material conspirativo que sería aprovechado por las productoras cinematográficas para generar sus argumentos de ficción en torno a una pregunta recurrente: ¿qué pasaría si nuestra feliz cotidianidad se viera saboteada/colapsada por acérrimos enemigos del sistema?
Si Carpenter se sirviera de La Cosa para homenajear (y de paso redefinir) las constantes de la Monster Movie clásica, El Pueblo de los malditos hará lo propio con el cine de invasiones alienígenas de bajo presupuesto readaptando la novela Los Cuclillos de Midwich de John Wyndham y uno de los filmes que ésta inspiraba: The Village of the damned, a cánones productivos próximos al formato televisivo y al cine fantástico de talante clásico y revisionista (de la que también forman parte Los invasores de Marte de Hooper o Matinee de Joe Dante). Pero ésta es sólo una apariencia formal, pues tras el ritmo armónico, estructura coral y ausencia de efectos especiales de la película, se esconde un trabajo pulcramente realizado por el cineasta que recupera para el gran público uno de los hábitat más reconocibles del aficionado al género: un pequeño pueblo asolado por una extraña plaga (alienígena o no) (Y que en cierta manera, ya inspirara La Noche de Halloween), y alguno de los personajes más turbadores del mejor cine de terror: los niños asesinos (léase el artículo: “Semillas de Maldad”). Trabajo de género que va a servir al director para reconociliarse con los seguidores del fantástico de talante revisionista.
La Guerra Fría, fuente de paranoias y temores por doquier, originaría una fuente inagotable de material conspirativo que sería aprovechado por las productoras cinematográficas para generar sus argumentos de ficción en torno a una pregunta recurrente: ¿qué pasaría si nuestra feliz cotidianidad se viera saboteada/colapsada por acérrimos enemigos del sistema?
Si Carpenter se sirviera de La Cosa para homenajear (y de paso redefinir) las constantes de la Monster Movie clásica, El Pueblo de los malditos hará lo propio con el cine de invasiones alienígenas de bajo presupuesto readaptando la novela Los Cuclillos de Midwich de John Wyndham y uno de los filmes que ésta inspiraba: The Village of the damned, a cánones productivos próximos al formato televisivo y al cine fantástico de talante clásico y revisionista (de la que también forman parte Los invasores de Marte de Hooper o Matinee de Joe Dante). Pero ésta es sólo una apariencia formal, pues tras el ritmo armónico, estructura coral y ausencia de efectos especiales de la película, se esconde un trabajo pulcramente realizado por el cineasta que recupera para el gran público uno de los hábitat más reconocibles del aficionado al género: un pequeño pueblo asolado por una extraña plaga (alienígena o no) (Y que en cierta manera, ya inspirara La Noche de Halloween), y alguno de los personajes más turbadores del mejor cine de terror: los niños asesinos (léase el artículo: “Semillas de Maldad”). Trabajo de género que va a servir al director para reconociliarse con los seguidores del fantástico de talante revisionista.
La trama nos introduce en un día cualquiera en una pequeña villa y en como influirá, a largo plazo, la enigmática presencia de una extraña nube que paralizará a todos sus habitantes, en primer lugar, y fertilizará a sus mujeres, después, con la intención de crear en el pueblo una comuna de prohombres mutantes. Nueve meses después de la irrupción violenta de la sombra (uno de los momentos más turbadores del fantástico contemporáneo) nacerán una serie de bebés que con el paso de los meses desarrollarán una mente colectiva liderada por un subconsciente telepático que parece incitar a los niños a someter a todo aquel que ponga en peligro sus vidas.
Olvidando los preceptos adoctrinadores que inspiraron la primera adaptación de la novela, la película de Carpenter alcanza su sentido en el retrato de las situaciones dramáticas que el nacimiento y crecimiento de los niños va provocando, en los experimentos que los miembros de las fuerzas de seguridad (de nuevo, superados por el entorno ¿y van...?) promueven contra los niños y en la relación que, en último término, desarrollan éstos con sus progenitores. El sentido del film, costumbrista, choca de frente con la idea última de la película -algo habitual en Carpenter-: de aires apocalípticos. De nuevo, la raza humana se ve amenazada por entidades supraterrenales de ascendencia destructora pero la propuesta, lejos de recrearse en su vertiente más beligerante, hace hincapié en el aspecto melodramático, ofreciendo un tour de force entre la especie alienígena con voz y cuerpo de niños y sus padres, víctimas ineludibles de tan curiosa invasión.
El pueblo de los malditos es, tanto en forma como en fondo, un producto de otro tiempo que vuelve a destacar por su factura técnica y por la renuncia expresa a las servidumbres del cine de consumo: no hay gore, explosiones (significativas) ni situaciones heroicas innecesarias. Y sí un cierto regusto a cine entrañable e intemporal.
El cine de Carpenter vuelve a demostrar que esta (muy) por encima de las modas y los modismos, recuperando con este film entrañable el afecto de la crítica y de buena parte de su público. Unanimidad crítica y popular que no llegaría más allá de su siguiente película.
Olvidando los preceptos adoctrinadores que inspiraron la primera adaptación de la novela, la película de Carpenter alcanza su sentido en el retrato de las situaciones dramáticas que el nacimiento y crecimiento de los niños va provocando, en los experimentos que los miembros de las fuerzas de seguridad (de nuevo, superados por el entorno ¿y van...?) promueven contra los niños y en la relación que, en último término, desarrollan éstos con sus progenitores. El sentido del film, costumbrista, choca de frente con la idea última de la película -algo habitual en Carpenter-: de aires apocalípticos. De nuevo, la raza humana se ve amenazada por entidades supraterrenales de ascendencia destructora pero la propuesta, lejos de recrearse en su vertiente más beligerante, hace hincapié en el aspecto melodramático, ofreciendo un tour de force entre la especie alienígena con voz y cuerpo de niños y sus padres, víctimas ineludibles de tan curiosa invasión.
El pueblo de los malditos es, tanto en forma como en fondo, un producto de otro tiempo que vuelve a destacar por su factura técnica y por la renuncia expresa a las servidumbres del cine de consumo: no hay gore, explosiones (significativas) ni situaciones heroicas innecesarias. Y sí un cierto regusto a cine entrañable e intemporal.
El cine de Carpenter vuelve a demostrar que esta (muy) por encima de las modas y los modismos, recuperando con este film entrañable el afecto de la crítica y de buena parte de su público. Unanimidad crítica y popular que no llegaría más allá de su siguiente película.
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