John Carpenter 2.4

13:08 FuzzFan 1 Comments

2.12. Memorias de un hombre desencantado (Memorias de un hombre invisible)

Memorias del Hombre Invisible, podría haber sido el título de una autobiografía bosquejada por un tipo carente de ego, pero no. El siguiente film de Carpenter nos presenta el retrato de un trabajador condenado por su empresa a desaparecer, literalmente, del entorno rutinario que lo acomoda. Todo esto, en un contexto de sutil ciencia ficción...

El Hombre Invisible es uno de los personajes más fascinantes de la literatura de fin del Siglo XIX fruto de la inabarcable imaginación del marciano H.G. Wells, escrita justo después de otro de los clásicos del género: La Isla del Dr. Moreau. La novela de Wells nos introduce en la historia de un mad doctor, Griffin, que promueve su invisibilidad a través de la investigación científica con propósitos victorianamente redentores: revertir la decadencia de su condición social. La invisibilidad hará de Griffin un ser mezquino y despreciable haciéndole partícipe de una imparable ascensión criminal que culminará, en un último término, con su propio asesinato. El mismo final para diferentes objetivos y pretensiones, utilizaría la productora Universal y su discípulo más destacado, James Whale, para adaptar la novela del británico al lenguaje cinematográfico. En la adaptación de Whale, el científico protagonista (un mad doctor subsumido en un ambiente de Serie B) se desvanece de su hábitat por cuenta de una poderosa droga (otra parábola) al mismo tiempo que se sumerge en una intriga policial y amorosa que acabara con sus invisibles huesos en la morgue por causa de un humo maldito. Tras numerosas secuelas y parodias, El Hombre Invisible desaparecería de la cotidianidad cinematográfica hasta que el injustamente olvidado Anthony Dawson lo rescatara con una remozada versión, de idéntico título, realizada a rebufo del cine de género italiano de los años 70, con sosegado acierto y poca trascendentalidad.

John Carpenter olvida conceptualmente (no así en ciertas imágenes), todos estos referentes a la hora de abordar una versión sobre el mito en la adaptación de la novela de H. F. Saint: Memorias de un hombre invisible, retomando su espíritu cómico-trágico, resolviendo su película como un melodrama existencial, de pausado ritmo, que coquetea con el policiaco más tópico, la comedia irónica y, finalmente, con una historia de amor al uso que, en cierto modo, llega a recordar a Starman.

El regusto melancólico lo pone un Chavy Chase travestido de Nick Halloway, un empleado taciturno y más bien mediocre que se ve infectado por el virus de la invisibilidad por cuenta y gracia de un accidente corporativo. Sin quererlo, el bueno Nick se convierte en un hombre perseguido por policías, agentes del FBI y científicos especuladores. La invisibilidad que padece le impide además consumar una historia de amor, de algún modo, el último resorte que lo mantenía unido con el mundo de los humanos visibles.

Lejos de desarrollar cualquiera de las más que reutilizables vertientes argumentales que insinúa, y dado que el trabajo interpretativo no da mucho más de sí, Carpenter se dedica a aprovechar el presupuesto con el que cuenta -y la colaboración de la IL&M- para recrearse en los efectos especiales (más que destacable es la repulsiva secuencia de la digestión) y adaptarlos al entramado de forma que no desvíen, en demasía, la atención del espectador (algo que se le escaparía a Verhoeven en la posterior El Hombre sin Sombra), obviando cualquier vínculo con el exhibicionismo (por eso nos muestra siempre a Nick/Chavy Chase una vez que ya hemos asumido que los demás no pueden verle) y sin renunciar a su condición de mero artificio narrativo. Carpenter utiliza el departamento de efectos visuales al servicio de la historia y no al revés (de nuevo, es imposible dejar de pensar en el bueno de Verhoeven), y lo convierte, sin lugar a dudas, en el aspecto más destacable del film. El peor, despido de William Goldman aparte, es el protagonismo del inexpresivo Chavy Chase, un cómico venido a menos y sin apenas parentesco con la causticidad, interpretándose a si mismo (suponemos que no sabe hacer otra cosa) con poca convicción y menos talento.

En fin, toda la acción se centra en la persecución de un hombre que, la verdad, ni siquiera quiere huir. Un arrinconado que sólo comienza a tener importancia para el Sistema cuando, literalmente, desaparece de él. Premisa argumental, pues sí, profundamente metafórica que acerca a esta historia de Carpenter a las particulares diatribas existencialistas que subrayan buena parte de su filmografía.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya hace tiempo que no pasaba por este rincón y me he fijado que en las últimas entregas tienes pocos posts. Es normal, la típica sequía de verano, por eso he desistido de escribir hasta septiembre o así, tu no lo dejes, nos encanta leerte por aquí aunque como tu ya sabrás, tus amigos nunca nos hemos distinguido por su fidelidad.
En octubre estoy por ahí.
Te llamo un dia de estos.
Un abrazo.